Lo que voy aprendiendo – 3. A relajarme

Advertencia: Opiniones de un músico amateur en aprendizaje, mis opiniones pueden variar a lo largo del tiempo. Es lo que tiene aprender.

Hoy voy a hablar de una de las cosas que más me ha facilitado estudiar y disfrutar, algo tan «sencillo» como relajarme tocando.

Este asunto me parece extremadamente complejo pero en mi momento actual, en que he logrado superar algunas dificultades, creo que tengo una visión más clara.

Empezaré diciendo que, siempre en mi opinión, no existe una relajación completa al tocar. Puede existir una tensión más o menos relajada pero puede ser muy contraproducente pensar que tocar relajado es como tirarse en el sofá a escuchar música. Desde la posición de los brazos, el cuello, la silla, donde pones la tablatura… todo eso va a influenciar en que no estés en una postura precisamente relajada o ergonómica. Si a eso le añado la ejecución de movimientos finos y precisos consiguiendo a la vez tener un sonido apropiado… pues es muy probable que se añadan tensiones.

Por eso me parece que lo primero para empezar a tocar relajado es saber que jamás va a ser una ausencia completa de tensión como al dormir la siesta. Puede ser muy frustrante si se entiende de otra manera porque me parece un objetivo muy poco realista.

Ahora bien, mi cambio surgió cuando entendí que en lugar de estar relajado lo que tenía que conseguir es una tensión mínima para cada movimiento. Sabiendo que la tensión la puedo dividir entre física y psicológica, y que ambas se relacionan y retroalimentan, voy a hacer algunos comentarios de lo que he aprendido.

Reduciendo la tensión física

Esto es lo primero que se nos viene a la mente cuando nos dicen que «nos relajemos» pero es igualmente importante el aspecto mental del asunto. De todos modos, aunque mente y cuerpo son indivisibles, es interesante hacer esa división conceptual.

De las primeras cosas que empecé a notar es que estaba tenso de más en muchísimas ocasiones. Bastaba prestar atención a lo que mi cuerpo me decía para percibir que apretaba mucho la mano izquierda, que tenía el cuello tenso y la mandíbula apretada. Eso sin contar otras tensiones absurdas como contraer músculos de las piernas o fruncir el ceño.

Así pues, el primer paso fue tomar conciencia de que esas tensiones existían y, muy importante, asumir que relajar no es sencillo. Armado con esta idea de que iba a llevar tiempo, cualquier logro pequeñito supuso (y supone) un paso muy importante y reconfortante.

Lo primero entonces es reconocer cuando un grupo muscular está tenso. Hay algunas zonas corporales más sencillas de sentir, como la cara o las manos, pero otras pasan más desapercibidas. Ayuda pensar en la toma de conciencia como en realizar una especie de escáner de arriba hacia abajo de todo el cuerpo sin ignorar ninguna zona, incluso los dedos de los pies tienen su importancia.

Yo lo que hago es que de cuando en cuando reviso mentalmente la actitud corporal y las tensiones que pueda haber, si detecto algo apretando de más pues procuro centrar la atención en esa parte del cuerpo para relajarla.

¿Y cómo relajar esos músculos? Pues a ver, yo no soy un experto pero a mí me está funcionando lo siguiente:

  • Relajar la cara es posiblemente lo más importante de todo. Pareciera que tenerla más relajada ayudase también a nivel mental y al resto del cuerpo. Me ha ayudado mucho practicar con la boca abierta y poniendo «cara de bobo» (o de hastío), como si estuviera ausente, con la boca colgando ligeramente, las comisuras de los labios flojas, la frente y ojos sin expresión.
  • Después de eso lo siguiente ha sido practicar con una expresión más sonriente pero sin forzarla. Es como cuando te sonríes porque algo ha salido mejor de lo que esperabas.
  • Para la mano izquierda me ha venido genial practicar los pasajes forzando la tensión al máximo, para saber qué se siente (generalmente notas como mover los dedos se vuelve casi imposible), y luego al mínimo (de manera que no llegas ni a descender las cuerdas). De ahí es ir aumentando poco a poco hasta que consigues el sonido pero con la mínima tensión. Es algo que me ha costado y cuesta mucho, pero en mi caso he conseguido resultados muy satisfactorios.
  • Con otros grupos musculares hago una estrategia parecida. Si hay tensión fuerzo la contracción para entender qué pasa ahí y después procuro sentir que se relaja.
  • Es curioso pero a las piernas no les prestaba mucho atención y ahí he sentido como había zonas bastante tensas que no tienen ningún tipo de función cuando estoy tocando. Un ejemplo son contracciones de los dedos de los pies o los muslos.

Para rematar la faena creo que hay algo muy interesante que es el control de la respiración. Con las tensiones suele venir aparejado el bloquear la respiración o que no fluya de forma natural. Ni que decir tiene que esto no ayuda absolutamente en nada, de ahí que dedico siempre un rato a tocar centrándome solo en respirar de forma continua, sin forzar, sin bloquear y que eso sea lo más importante de todo.

Aquí el problema es que muchas veces uno piensa que lo más importante para conseguir que una obra salga o que haya cierta mejoría es forzar la máquina, por tanto te centras solo en la tablatura, los dedos y poco más. Al salir de ese tiesto parece que estás perdiendo el tiempo pero en mi caso ha sido totalmente al revés. Creo fehacientemente que merece mucho la pena dedicar bastante tiempo a este asunto.

Mi recomendación es que se trabaje una sola cosa por vez y siempre sin forzar, ya saldrá con el tiempo. Si se quiere practicar con la cara relajada pues centrarnos ahí un ratito, igualmente con la respiración o lo que sea que deseemos.

Reduciendo la tensión psicológica

Aquí ya cada uno tiene que hacer introspección y evaluar que ocurre dentro de nuestra cabeza no solo al tocar sino en los periodos donde el instrumento está ausente.

Esto me ha parecido fundamental. Al principio solía pensar que lo importante era lo que ocurría durante el ensayo pero luego me he dado cuenta que eso es solo una fracción mínima del total, y que lo más relevante sucede fuera en forma de expectativas, frustraciones y otras actitudes vitales.

En mi caso he conseguido un grado mayor de bienestar asumiendo ciertas cosas que intento repetirme cada día:

  • Mi prioridad es disfrutar, echar un rato que sea agradable o absorbente y me haga olvidar el transcurso del tiempo.
  • Asumir que tocar es difícil. Incluso cosas que parecen fáciles son realmente muy difíciles de hacer bien. Una escala solo es simple en apariencia, tocar dos notas seguidas de forma expresiva también es sencillo solo en la superficie. Basta rascar mínimamente para que de cosas muy pequeñas salgan a relucir aspectos muy complejos de técnica o interpretación.
  • Con ese punto de partida creo que está bien pensar que basta una ínfima mejoría para que algo esté bien. No pasa nada de nada si hoy «solo» toco una milésima mejor que ayer, es mejor que nada y siempre puedo haber echado un ratito desconectado del resto del mundo. Recompensarme (simplemente afirmando mentalmente que he conseguido ese ligerísimo avance) me ha ayudado un montón.
  • Incluso si sentimos que el ensayo «no ha conseguido nada» o estamos igual que ayer lo importante es la práctica; el mero hecho de poder coger un instrumento tan bonito e interesante, con un repertorio tan excepcional, ya es todo un privilegio que no puedo olvidar. Decir eso de «lo de hoy no ha servido de nada» precisamente de nada sirve.
  • Aceptar la imperfección. Que los dedos hagan ruidos, que alguna cuerda esté levemente desafinada, que haya ligeras asincronías o que el sonido no se parezca al del disco que tenemos como «referencia»… pues está bien. Es lo natural y de hecho aceptar que esas cosas pasan creo que es algo agradable y positivo pues nos recuerda que esto es un camino largo y difícil. Si bien el objetivo es pulir esas cosillas hasta que salgan mejor, tampoco está de más abrazar como un aspecto cálido y humano el que existan imperfecciones.
  • Viene bien recordar antes de dormir tres (o las que queramos) cosas pequeñas que haya hecho bien o me hayan satisfecho de manera inesperada, centrándome especialmente en aquellas cosas pequeñas o que apenas llaman la atención. Un ejemplo puede ser: «hoy he disfrutado mucho de ese pequeño pasaje de pocos segundos» o «he sentido como tenía mayor control de esa pequeña escala», o también «ha sido un lujo simplemente poder estar ensayando ese ratito». Lo importante es buscar cosas pequeñitas y reconfortantes.

Para terminar diré que me ha ayudado mucho pensar en estas cosas no solo cuando estoy ensayando sino a lo largo de todo el día.

Creo que para aprender a relajarse lo fundamental es hacerlo fuera de lo que puede ser nuestro objetivo primario. Sí, nos interesa tocar relajados, pero esa puede ser una actitud general de lograrlo en mi trabajo, estudiando, leyendo, caminando por la calle o cortando lechuga. Cualquier excusa es buena para sentirnos mejor y estar relajados desde luego es un paso importante.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s