Lo que voy aprendiendo – 1. Mi motivación

Mi aprendizaje del instrumento ha sido peculiar, sirva esto como aviso para que os hagáis una idea del valor que puede tener lo que escriba en este blog.

Como mero aficionado comencé tocando por interés en el repertorio y, para qué negarlo, ganas de pasar el rato haciendo algo que considero agradable, entretenido y bonito. Es decir, nadie me obligó a tocar ni a elegir instrumento, afortunadamente digamos que las decisiones partieron de mí pero quiero explicarme.

Nunca me he considerado músico como tal aunque sí un amante de la música (no solo clásica pero de eso quizás ya escribiré en otra entrada) al que siempre le ha atraído el hecho de generar algo así por mí mismo. El que empezase a tocar el piano bastante «tarde» a los 17 años, y la vihuela y el laúd aun más, a los 33, ha condicionado mucho mi manera de enfocar el asunto puesto que ya uno empieza a tener algunas limitaciones físicas que a lo mejor no hubieran estado presentes siendo mucho más joven.

Después están mis circunstancias personales y laborales. El que haya estudiado medicina y mi sustento esté desligado completamente del acto de tocar ha implicado que la presión que he tenido ha provenido únicamente de mi actitud y no de una necesidad externa de terminar un programa o hacer un examen.

También la periodicidad de las clases que he podido recibir ha sido, con suerte, de una cada cuatro meses. El motivo es fácil de explicar: he vivido siempre a unas dos horas de mi maestro y eso unido a las guardias de fin de semana y a que muchas veces no podíamos coincidir en qué fecha nos venía bien pues ha hecho que durante la clase tenga que interiorizar todo lo posible, memorizarlo y luego aplicarlo por ensayo y error en mi casa sin una supervisión más continuada.

Cualquiera podría pensar que así es fácil tomárselo con calma, simplemente disfrutar y dejarse llevar, nadia mete prisas ni tampoco están en juego mi sustento ni mi reputación. Tanto si toco bien como mal mi día a día no se altera, se supone que en mi estado tocar debería tender al goce más que a la obligación pero ya hablaré de cómo estoy aprendiendo a superar el perfeccionismo en otra entrada.

Por tanto, ¿qué es lo que me motiva para tocar?

Algo muy satisfactorio es la propia producción del sonido. Esto es difícil de explicar, pero hay una gratificación extrema cuando algo inerte empieza a producir algo similar a la música por tu propia mediación. El instrumento sin tu participación es un utensilio de madera, por mediación tuya se convierte en algo más.

Y no hablo solamente de que motive tocar bien una obra, ese es otro asunto, sino del hecho de escuchar con atención y percibir el ruidillo de los dedos, el ataque de la nota, la ligera diferencia entre las cuerdas a nivel tímbrico, cómo se extingue el sonido… Hay un placer auditivo muy grande ahí.

Otra cosa que me viene a veces a la cabeza es que estas piezas han sobrevivido muchísimos siglos. Imagino la sorpresa de un Luys Milán si supiera no solo que han llegado hasta hoy día sino que encima lo estás tocando en sitios tan inverosímiles como en el que vives actualmente. En nuestro tiempo es fácil pensar en esa perduración y difusión, pero dudo que un músico del siglo XVI pudiera siquiera sospecharlo. ¿No es acaso un lujo rescatar algo así y revivirlo actualmente?

Para mí otra motivación que he descubierto es que ya no solo me basta con tocar para mí, sino que está bien poder entretener a otros con lo que aprendes. Y digo entretener en su concepto de echar el rato escuchando algo agradable. No sé por qué pero esta idea me parece de lo más sugerente, quizás porque está genial que durante un tiempo, por breve que sea, alguien nos saque de nuestros propios problemas. A mí me gusta así que supongo que a otros también.

Hay otro aspecto y es que tocar es entretenido, una forma de echar el rato en un mundo que poco tiene que ver con lo que haces habitualmente. De repente todo se queda en un marco muy reducido pero a la vez tremendamente amplio. Ya sea haciendo algún ejercicio técnico de calentamiento, ensayando un par de pasajes complejos o aprendiendo a relajar los dedos, al final la atención se centra en eso. También ayuda intentar estar lo más relajado posible: tener una respiración tranquila, la boca suelta, no tensar las piernas. Es un reto, eso está claro, y puede ser frustrante, pero si se rompe esa barrera se vuelve una actividad de lo más entretenida.

Por último está el reto de superar las barreras que van surgiendo en cada obra. Esto es algo milimétrico y, en mi caso, muy lento. Y no me estoy refiriendo a las grandes dificultades vistas con la perspectiva de meses, hablo de esas grandes dificultades siendo pulidas muy poquito a poco en el transcurso de una sesión de estudio. Empiezas ese día leyendo la pieza y te das cuenta que hay un pasaje tremendamente complicado. Pruebas durante un rato a hacerlo despacio, relajado, probando distintas cosas; si no sale tampoco pasa nada, a fin de cuentas ya está saliendo sin duda mejor que hace pocos minutos. Con que esté solo ligeramente mejor ya está bien, si se queda igual también está bien; es lo que tiene algo difícil.

Esto último una especie de lección vital. Si te obsesionas con que tiene que salir perfecto inmediatamente pues bueno… Pero si lo enfocas como que es algo complejo, que no va a salir al momento pero que si persistes poquito a poco puede llegar a resolverse (aceptando esa incertidumbre de que quizás no sea así), entonces se vuelve algo más profundo y conciliador.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s